Nuestro pensamiento siempre tiene una voz única: la nuestra. Y la controlamos: dice lo que nosotros queremos que diga. Cuando pensamos en algo y lo «recitamos» mentalmente, la que suena es nuestra voz, porque la reconocemos como el sonido que siempre hemos empleado para comunicarnos.
En las patologías psicóticas, cuando los pacientes «escuchan voces», son voces diferentes a las suyas que no puede controlar.
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